Autor: Jose Mª López-Perea Herencia
El Gobierno de Alfonso XIII, el día 30 de Junio de 1911, publicaba una Real Orden “creando un Batallón de Infantería con cuatro compañías y un Escuadrón de Caballería, indígenas, dependientes de la Capitanía General de Melilla”.
Se entiende que esta Unidad, “Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla” es el germen de lo que más adelante, 31 de Julio de 1914, serían las “Fuerzas Regulares Indígenas en la zona de Protectorado de España en Marruecos” y, por consiguiente, daremos por hecho que es ahora, año 2011, cuándo se cumple el centenario de la creación de “los Regulares”, y que fue, precisamente en Melilla dónde tuvo lugar, hace ahora 100 años, este acontecimiento.
Pues bien, después de este breve y sucinto preámbulo, voy a tratar de plasmar aquí y ahora en qué manera me puedo involucrar en esta efemérides.
Corría el año 1961, cincuenta por tanto después de la fundación ya citada, cuando tienen lugar dos importantes “sucesos”: mi boda, y mi destino como Teniente al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Alhucemas nº5, que por aquellos tiempos había abandonado ya su primitivo acuartelamiento de Segangan, y se había instalado, precariamente por cierto, a las afueras de Melilla capital. Estos dos “sucesos” hacen que en ese año 1961, a mitad del centenario tantas veces repetido, me incorpore a vivir a Melilla.
Por aquellas fechas era Melilla una ciudad con una gran presencia militar, no en balde estaba muy cercano el repliegue sobre ella de todas las Unidades que hasta la independencia de Marruecos se desplegaban fuera de sus fronteras, lo que se traducía en que prácticamente nuestra vida giraba alrededor de la milicia.
Éramos muchos oficiales jóvenes, algunos recién casados, como era mi caso, en una ciudad preciosa, acogedora y cordial. La vida era muy agradable, el trabajo agotador a veces, pero siempre gratificante. Los momentos que nos dejaba libres las obligaciones militares, no muchos por cierto, los aprovechábamos al máximo, entre una población autóctona que no abría los brazos, con unas posibilidades grandes de divertirse.
En resumen, en ese cincuentenario (año 1961) de la fundación de los Regulares, en Melilla merecía la pena vivir.