EXCURSIÓN A SEGOVIA EN EL TREN DEL ERESMA
El sábado 31 de mayo los socios de la Casa de Melilla en Madrid tuvimos la oportunidad de disfrutar de una de nuestras actividades características: original, divertida, instructiva y, sobre todo, de camaradería y “buen rollito”, como se suele decir.
A las nueve de la mañana estábamos citados en el vestíbulo de la Estación de Chamartín y, con puntualidad británica, allí estuvimos todos. Sin tener que esperar a ningún tardón, en grupo, nos dirigimos al andén.

En el andén momentos antes de subir al tren.
Un tren de los años 70, que a la mayoría, sobre todo a los que ya en esos tiempos vivíamos en Madrid, nos recordó nuestra juventud; nos esperaba sobre su vía que recorriendo una, o quizás la más vistosa, de las rutas que atraviesan la sierra de Guadarrama, nos llevaría a una ciudad castellana, Segovia, pequeña pero impresionante por su belleza y por su situación geográfica que en su época gloriosa la convertía en una inexpugnable fortaleza; que tuvo mucho que decir en la historia de España y, particularmente, también en la de Melilla.
El revisor del tren, ataviado con el uniforme de la época, tenía preparado nuestro billete colectivo y nos indicó nuestra acomodación. El sector central del coche 2 estaba en su totalidad ocupado por la Casa de Melilla.
¡Pasajeros al tren! Y momentos antes de la partida una pareja de dulzainero y tamboril se aproxima al tren haciendo llegar a nuestros oídos música popular de Madrid y Segovia.
Los dos músicos se suben a nuestro tren y durante todo el camino entretuvieron el viaje con la música popular que amenizaba las fiestas, bailes y actos sociales de los pueblos de ambas provincias vecinas. Entre canción y canción, nos fueron contando los pormenores de esta elemental formación musical que, formada por dos únicos músicos, se bastaba para animar el baile de las fiestas populares, las bodas, acompañaba los oficios y actos religiosos: misas, procesiones, incluso funerales y entierros.

El revisor, en uniforme de la época,
nos recibe y acomoda.
Una agrupación musical que se extiende por todo el territorio español y por gran parte de Europa, aunque en cada lugar tiene su característica diferenciadora. Por ejemplo en Madrid y Segovia se usa un tipo de dulzaina llamada dulzaina castellana, que se caracteriza por tener llaves en los agujeros. En un principio se añadieron dos llaves y posteriormente fueron apareciendo dulzainas don distintos números de llaves hasta que se decidió establecer el modelo de dulzaina castellana moderno de ocho llaves.
Con la música, la charla de los músicos, las amistosas conversaciones entre los socios y disfrutando de un maravilloso paisaje de la sierra madrileña fuimos avanzando en nuestro camino y subiendo la vertiente madrileña de la sierra de Guadarrama hasta llegar al túnel de Tablada, el punto más alto de nuestra ruta con una cota de 1.296,82 metros, por donde, tras recorrer sus 2.380 metros de longitud, atravesamos a la vertiente segoviana y comenzamos el descenso hacia nuestro destino.
Dos horas, aproximadamente, después de nuestra salida llegamos a la estación de Segovia. Allí, a la salida de la terminal, nos esperaba un autobús de la Oficina de Turismo de Segovia que nos trasladó a los pies del acueducto.
Un ratito de descanso y tiempo para tomar un café mientras en la oficina de turismo recogíamos las credenciales para comenzar nuestra visita a la ciudad y a sus principales edificios.
Punto de reunión tras el cafelito: al pie del acueducto.
Mientras los socios llegaban y fueron tomando sus credenciales, también llegó nuestra guía, Arancha.

Acueducto de Segovia de 2.000 años
transportando prosperidad a Segovia.
Comenzó Arancha por contarnos la historia, características, utilidad, reformas, anécdotas y leyendas del célebre “Acueducto de Segovia”, la magma construcción romana que con más de dos mil años de antigüedad, continúa piedra sobre piedra sosteniendo, sin argamasa ni ningún otro material aglutinante, la conducción de agua desde la sierra hasta la ciudad de Segovia, que tanta prosperidad le procuró a la población.
Continuamos nuestro recorrido por el centro de Segovia contemplando y admirando singulares y poderosos palacios que atestiguan la riqueza, fortaleza y señorío de la nobleza que habitó en Segovia.
Nos detuvimos en miradores para contemplar la singularidad de la situación sobre el territorio de la ciudad y llegamos a la Plaza Mayor.
Al entrar en la Plaza Mayor, lo hicimos junto a la Iglesia de San Miguel; la iglesia de la que Isabel I de Castilla salió autoproclamada Reina de Castilla tras la muerte de su hermano Enrique IV. De aquí el comentario del principio en el que hablamos de la importancia que la ciudad de Segovia tuvo en la Historia de España y en particular de la de Melilla, pues con Isabel I y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos, quedó unificada y constituida España tal y como ha llegado a nuestros días; y la Reina Isabel I fue la primera reina de Melilla tras su definitiva incorporación a la corona castellana.
Tras observar detenidamente la belleza de la Plaza Mayor, accedimos a la Catedral, en ella ubicada.

Empieza la visita
La Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y San Frutos, es una de las más tardías catedrales góticas de España y Europa. Se construyó entre los siglos XVI y XVIII, cuando en la mayor parte de Europa se extendía la arquitectura renacentista, de ahí que a pesar de su claro estilo gótico se puedan apreciar ciertos rasgos renacentistas.

Rincón segoviano

Capilla de la Piedad.
Retablo "El Santo Entierro"
de Juan de Juni.
Lo primero que impresiona al entrar en la catedral segoviana son sus enormes dimensiones.
Hicimos un recorrido por ella, deteniéndonos especialmente en la Capilla de la Piedad, presidida por el retablo “El Santo Entierro” de Juan de Juni.
Desde allí, pasando por el maravilloso Coro y la Capilla Mayor con su retablo de estructura neoclásica construido con bronces y mármoles de distintos colores, salimos a su impresionante Claustro desde donde accedimos a la Sala Capitular. Terminamos la visita en el Museo y archivo de la catedral.
Desde la Catedral continuamos nuestro paseo por la ciudad hasta llegar al Alcázar de Segovia, la inexpugnable fortaleza militar que erigida sobre una roca parece formar una única unidad, coronando el cuerpo de la piedra.
A su entrada nos hicimos una foto todo el grupo, por ser el lugar más característico de la ciudad tras su famoso acueducto.
Accedimos por su puerta principal tras cruzar el puente sobre su profundo foso que parece separar la fortaleza del suelo aislándola del resto del territorio.

Los socios y amigos de la Casa de Melilla
que hicimos el viaje a Segovia.
Recorrimos toda la fortaleza visitando detenidamente sus salas y admirando sus vistas sobre la confluencia de los ríos Clamores y Eresma.

Interior del Alcázar de Segovia.
Desde el Alcázar, tanto desde su interior como desde el exterior, se puede observar el enorme potencial defensivo de la construcción militar, comprendiendo lo difícil que debería ser conquistar la ciudad y, sobre todo, lo fácil de defenderla.
Desde una de sus salas, una de sus maravillosas vistas nos permitió ver nuestro próximo destino, al otro lado del río Eresma, la ciudad de Zamarramala; la célebre población donde existe la ancestral costumbre de que un día al año el mando y el poder sobre la misma está en manos exclusivas de las mujeres del pueblo.
Salimos del Alcázar y por una empinada escalinata descendimos hasta el fondo del valle de río Eresma donde nos esperaba otro autobús de la Oficina de Turismo del Ayuntamiento de Segovia que nos llevó hasta el restaurante donde recuperaríamos las fuerzas, consumidas en nuestro viaje, con una típica comida segoviana.

Accediendo al vagón restaurante.
Situado en un alto, el pueblo de Zamarramala, ofrece unas vistas excepcionales de Segovia y quizás las mejores desde el restaurante elegido para nuestra comida, el Restaurante la Postal.
Un bonito y gran restaurante en el que todavía nos esperaba una sorpresa: el comedor, reservado en exclusiva para la Casa de Melilla, era un precioso vagón de tren decorado al estilo de los lujosos vagones restaurante de los trenes históricos.
En esta excursión mucho tenía que ver el tren como se puede apreciar. Es lógico pues estaba organizada en colaboración con la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Madrid, en nuestro afán de relacionar e interactuar con las múltiples asociaciones que funcionan en Madrid para mostrar y conocer nuevas experiencias expuestas por la gente que más la conoce y que con más cariño las enseña.

El lujoso comedor del vagón restaurante de época.
Ya durante el viaje hacia Segovia, el representante de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Madrid, que organizó la parte del viaje correspondiente a su asociación y que viajaba en nuestro tren, Álvaro Galiana, nos ofreció una interesante charla sobre la historia del tren en España y en particular sobre la línea que estábamos siguiendo en nuestro camino hacia Segovia; que se completó con algunos comentarios sobre la historia del tren en Melilla por parte de algunos de nuestros socios.
Como íbamos contando, un bucólico enclave, un bonito restaurante y un acogedor y elegante comedor de un vagón restaurante, fue el lugar que nos reservamos para descansar de la caminata y recuperar fuerzas con una apetitosa comida castellana típicamente segoviana.
Nuestro menú: Sopa castellana o judiones de la Granja, de primero; cochinillo asado en horno de leña al estilo segoviano de segundo, de postre el ponche segoviano con helado de vainilla y café. Todo ello acompañado con vino tinto de Rioja, agua y cervezas para los que quisieron. Para terminar unos chupitos por cuenta de la casa.

Listos para volver a Madrid.
Teniendo en cuenta que salvo seis o siete sopas castellanas, el resto optamos por los judiones de la Granja, es fácil deducir que, tras la comida, se detectó un fallo de organización que habrá que corregir la próxima ocasión: incluir un coche cama o vagón de literas para que las fuerzas recuperadas se asienten en el cuerpo.
Terminada la comida, de nuevo al autobús, y en diez minutos otra vez bajo el Acueducto de Segovia. Tocaba ahora paseíto libre, cada cual a su aire, por Segovia y un par de horas más tarde, otra vez al autobús, camino a la estación, donde nuestro tren nos esperaba para devolvernos a casa; ahora disfrutando más del paisaje porque el cansancio apelaba a la relajación de los músculos y el disfrute de la vista.
En el camino de vuelta el Tren del Eresma, entró en Madrid por la estación de Príncipe Pío, antigua estación del Norte, se dirigió a la de Atocha y finalizó el viaje en la de Chamartín, que fue el punto de partida; haciendo parada en todas ellas para permitir que los viajeros pudieran bajar en la que mejor les conviniera. En fin, un tren a medida.
Otra experiencia que contar en la Casa de Melilla en Madrid, que termina con planes y deseos para más que irán llegando.
Recordamos a todos los asistentes que estaríamos agradecidos de que compartáis vuestras fotos del viaje con los demás; para ello sólo tenéis que mandarlas a